Pascual Madoz escribía en 1845 que La parroquia de Umoso “tiene 12 casas de mediana fábrica, excepto una perteneciente a la familia de los Macía, que está bien construida, así como una capilla que hay en ella dedicada a San Antonio de Padua”.
El pazo, que no es visitable, se organiza alrededor de un patio de planta rectangular, situando una amplia solana abierta en el muro Sur con magníficas vistas al valle del río Bibei. Alrededor de aquel patio central se descubre una galería de madera volada, así como un corredor elevado –otrora totalmente abierto y balconado– que recorre el interior de toda la planta residencial.
Aún se conservan la mayor parte de las construcciones adjetivas de la casa grande: La Cueva (una bodega excavada en la tierra), la panera, el horno, la fuente y un palomar de planta circular encalado
(situado a 120 m al sureste). La construcción a la que se accede a través de un corredor elevado sobre un gran arco de medio punto da acceso al molino e incluso la un generador eléctrico que suministraba de luz eléctrica al pazo.
Apegada al muro Este se sitúa una elegante capilla barroca de la que, allá por la década de 1970, fue retirado y vendido su retablo. Hoy acaso se conserva en una casa adinerada de Madrid. Su puerta principal aparece enmarcada por dos pilastras que soportan un frontón semicircular partido –con la imagen del franciscano en una hornacina avenerada– que aparece coronado por un blasón. En la cumbre, una espadaña de un único hueco finalizada por un edículo triangular flanqueada por pináculos.
“...El arreglo que pedía don Felices era que
al espejito le desapareciera el azogue cuando le estaba
adivinando en la feria de Viana do Bolo,
la querencia de una joven al señorito de Humoso.
La compostura no era agua de mayo,
que hacía falta azogue italiano serenado,
y ya metidos en obras y gastos
convenía mudarle también la arena al reloj...”
Álvaro Cunqueiro.
Merlin y familia (1968)