Pascual Madoz (1847) escribe sobre o santuario que “hay á la falda de un monte la célebre ermita titulada del Padre Eterno, contigua á la cual existe una casa para hospedar á peregrinos y pobres”. Del comentario del político liberal español deducimos que el templo (890 m de altura), que se yergue en uno extraordinario balcón sobre el río Bibei (695 m) al pie del Alto de Quintela, era un lugar de peregrinación con mucha la son en la comarca.
El templo no era para menos, sobre todo su espectacular torre, que ejerce de faro sonoro, espiritual y arquitectónico de todo el valle. De estilo barroco, el imafronte –labrado en excelente cantería– reproduce un esquema conocido, si bien en una versión estilizada y académica: puerta de acceso enmarcada por molduras con orejeras, pilastras cajeadas a los lados soportando un tímpano semicircular partido por una hornacina central que acoge la imagen del Padre Eterno con su hijo crucificado en brazos.
La torre, de una altura vertiginosa, tiene un diseño, una estilización y una proporción que me los podría calificar de áureas por la extraordinaria calidad de su diseño. El campanario se articula en tres volúmenes superpuestos, a la imagen de otros ejemplos de arquitectura barroca academicista del s. XVIII: San Salvador de Lourenzá, Sobrado dos Monxes o la torre de la Berenguela. En la base un cuerpo de sección cuadrangular que fue perforado en cada una de sus caras para acoger otras tantas campanas bajo arcos de medio punto peraltados y flanqueados por pilastras de cuerpo refundido.
Sobre este prisma de sección cuadrada se eleva un cuerpo octogonal constituido por huecos estrechos y alargados cubiertos por arcos de medio punto y separados entre sí por jambas pareadas con columnas monolíticas de fuste exento que soportan un entablamento dentado, protagonizado por continuos entrantes y salientes.
Finalmente, sobre la cúpula del cuerpo anterior, una linterna –igualmente octogonal pero de menores dimensiones– finaliza en altura el conjunto, replicando la composición del cilindro inferior pero con mayor énfasis en la decoración, como queriendo replicar en piedra una joya de orfebrería.
La romería del Padre Eterno se celebra cada 6 de junio.
“...ende llegando a Galicia, Nuestro Señor se quedó admirado de frondoso de nuestros campos, de lo florido de nuestras vegas, de lo misterioso de nuestros robledales y sotos, de los risueños valles de los claros ríos y de las frescas fuentes, y de tanto y tanto bien como el Padre Eterno acumuló a manos llenas sobre el suelo gallego...”
Eugenio Carré Aldao (1898)